Wednesday, May 2, 2007

LA EDAD DE HIERRO

Por detrás del garaje pasa un callejón, tal vez te acuerdas, a veces jugabas allí con tus amigas. Ahora es un sitio desierto y abandonado, donde se acumulan y se pudren las hojas que arrastra el viento.

Éste es el comienzo de La edad de hierro, de J. M. Coetzee, un libro que transcurre en la Sudáfrica de finales de los ochenta, un libro sobre la ausencia, la soledad, la decadencia y la muerte. Y también sobre una juventud condenada a la violencia y la barbarie, sobre los crímenes del ejército en los barrios conflictivos (crímenes siempre "investigados" y nunca esclarecidos), sobre la desaparición de los derechos de las personas, por razones de Estado, en una guerra no declarada. También sobre la vergüenza y la desesperación que causan el pertenecer a la raza privilegiada.

Es fácil, puede que inevitable, traducir la novela a los tiempos que corren. Hoy no es el drama de la sra. Curren y el sr. Vercueil, sino el de la sra. Rosenberg y el sr. Ibrahim; y la tragedia no golpea a Johannes y a Bheki, sino a Ahmed y Mohamed, asesinados en Guguletu (Balata, Rafah) por un ejército o sus cómplices, los escuadrones de la muerte.

Otros, conocedores de primera mano de ambos escenarios, han apreciado ya el paralelismo:

Against Israeli Apartheid, Desmond Tutu y Ian Urbina.
Apartheid in the Holy Land, Desmond Tutu.
Informe del Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, John Dugard.